Pfff, ¡mírame!

pexels-anna-shvets-3846102.jpg

 Hace años sí que estaba bien buena, estaba en mis años “prime”. Todo lo que me ponía me quedaba bien. Me veía cabrona, por decirlo así, de forma pintoresca. Ahora… bueno, ahora tengo que elegir con cuidado lo que me pongo, no vaya a ser que se me salga un chicho de sitio y espante a alguien. O que me explote un botón de la blusa, y deje tuerto a alguno o alguna.

            Antes podía bailar toda la noche. Ahora, pfff, ahora no duro ni hora y media sin sentir que me asfixio. Y eso que voy todos los días al gimnasio, hago cardio y hago pesas, pero los años bendito, los años me están cayendo encima a palos. Es como si le hubieran dicho a mi cuerpo: “Bueno llego tu fecha de expiración, gracias por participar”.

            ¡Es increíble! En serio… está brutal. Después de ser esa persona que siempre causaba impacto al llegar a cualquier lugar, ahora soy esa que miran y dicen “Y está, ¿se cree que tiene 25 años?”. Sé que no tengo 80 años, tengo 45 y sí, soy joven aún; pero no joven de 25 años. Ya mi cuerpo ha decidido que no procesará más el alcohol y que si me atrevo a beber, aunque sea una copa de vino, me hará sufrir por lo menos durante dos días. Sí, dos días de resaca. ¿Ustedes saben lo que son dos días con resaca? Dos días sintiéndome como mierda por solo una o dos copas de vino. Esto no es de Dios, en serio.

            Ser joven es una maravilla, irte de fiesta y al otro día levantarte como si nada y seguirlo de “rolling pin”por ahí. Juventud, divina y maravillosa juventud. Qué bonito es darte cuenta de que podías haberle sacado más jugo del que le sacaste, pero bueno, ya no puedes hacer nada. Ahora estoy a cinco años de los maravillosos cincuenta, la mitad de un siglo y no me quiero ni imaginar como me sentiré. Tu sabes, por no haberme puesto bien los pantalones a tiempo y comenzar a hacer deporte y comer saludable cuando era más joven.

            Ahora, estoy corriendo en contra del reloj y tratando de salvar lo poco que me queda para poder disfrutar a plenitud el esplendoroso futuro que viene por ahí.

Previous
Previous

Conversaciones de medianoche.

Next
Next

La vez que intenté "coger" el Subte en Buenos Aires.